lunes, 13 de mayo de 2013

Sanjusangendo, el templo de la maldad, Pontocho y rumbo a Tokio

¡Pontocho!
Es el nombre de un callejón/pasadizo que nos hizo mucha gracia antes de ir a Japón (somos así de simples, sí) y estaba en la zona de Gion, así que tocaba verlo en el último día en Kioto.

Empezamos la visita por el templo de la maldad, que no recuerdo cómo se llamaba. Son dos templos que había cerca del hostal, la entrada era gratis (al fin algo gratis, uooooo) y estaba bastante bien. Es el templo de la maldad porque es el que visitamos el primer día y nos cerraron la puerta en las narices. Nuevamente, no hay fotos (ni de internet, que me voy en un rato y no me apetece buscar el nombre del sitio). Pero estuvo bien. Me metí en una parte donde vi que montaban una mesa con micro ante una especie de altar, todo lleno de japoneses arrodillados. Yo me sumé (en primera fila, además, sin proponérmelo) y un señor de Hokkaido empezó a soltar un discurso sobre cosas sobre la humanidad y la felicidad y blablabla. Me escabullí en cuanto pude, recuperé a Regargojana (que había presenciado un rito molón con cánticos)y nos dirigimos a Sanjusangendo.

Sanjusangendo se lee como "sanyuusangendo", pero Regargojana lo convirtió en San Jusangendo, como un santo más. Lo cual le restaba toda la seriedad al asunto.
Es un laaaargo edificio de madera (118 metros, el más largo del mundo en madera, yeah) repleto de estatuas de Kannon.


Tras ello, nos largamos a Gion, un distrito así tradicional. Por la noche pueden verse Geishas por allí.

Allí vimos al fin el pasadizo Pontocho, que no es más que una estrecha callejuela llena de sitios de comer y sitios caros.


Por allí lo que vimos fueron un montón de Girls Bar, que sonaba sospechoso. Unos japoneses me confirmaron que no solo sonaba, sino que lo era. También vi un edificio tipo cibercafé enorme, para hombres. Alquilabas un cubículo con tele gigante, sillón cómodo y DVD. Los DVD eran todos de temática +18. Muy instructivo todo.

Después comimos en un lugar de yakisoba de Shin-chan (y me pedí el menú en el que daban juguetito, como no podía ser de otra manera).

Tras eso, vuelta a la estación de Kioto. A pillar el tren a Tokio, justos de tiempo. Al llegar, llamamos por teléfono muertos de ansiedad, porque no llegábamos a tiempo para el check-in y no queríamos que nos tomaran por no show (para los no entendidos, te cobran igual y te quedas sin la reserva).

Y nada, aquí estamos. Esto no es tan molón como los hostales anteriores (son literas y un techo que parece que se nos va a venir encima en cualquier momento). No está mal, pero comparado con lo que molaba nuestro primer lugar, con toda la habitación tipo japonesa...

Y dicho esto, ahora que estos se van al Fuji (a mí me llama, pero no soy capaz de subir todo lo que piensan subir los meloncios) así que me iré por mi cuenta a explorar. Igual me voy al zoo de Ueno antes de ir hacia Akihabara. Me apetece ver pandas.

Pues ea, mañana más.


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